historia de la biomatemática y la ecologia

Un viejo chiste del ámbito de la Biología cuenta que un granjero, con intención de acrecentar sus beneficios, solicita un estudio de su sistema de producción de leche. El trabajo es encomendado a un matemático. Tras semanas de espera, llega una carta con los resultados del análisis. El hombre la abre ansioso, pero a los pocos segundos, indignado, la tira sin terminar de leerla. La primera frase de la carta dice: Supongamos, para empezar, que sus vacas son esféricas…

 Aunque solo sea una broma, siempre hay algo de verdad detrás. El chiste sintetiza de manera magistral la difícil relación histórica entre Biología y Matemática. Hasta hace muy poco, la corriente principal de pensamiento en el campo de las ciencias de la vida ha defendido la inutilidad de las Matemáticas para un análisis y comprensión profundos de la naturaleza. Tradicionalmente, la mayoría de los investigadores han considerado la vida como algo demasiado complicado como para ser traducido a ecuaciones. No les faltaba razón. El grado de complejidad que exhiben los organismos vivos no tiene comparación en el resto de la materia. Abarcar desde el enfoque matemático la totalidad de los aspectos de un proceso biológico es tarea imposible, dado el incalculable número de variables implicadas. Así, son obligadas las simplificaciones de la realidad, las reducciones, los resúmenes. Y en muchas ocasiones estas síntesis han sido excesivas, constituyéndose en una caricatura de la realidad que provoca en los profesionales de la Biología el mismo desengaño que sufre el granjero de nuestra historia.

Historia: una relación controvertida

Las formas en que la ciencia ha estudiado los mundos físico y natural han sido radicalmente distintas. La Biología ha sido más que nada experimental. La Física también se hace en el laboratorio, pero con un uso intensivo de matemáticas avanzadas. La mecánica clásica, la relatividad, la termodinámica, la teoría cuántica, etc., han sido reducidas a ecuaciones. Y esta fórmula de convertir las leyes del Universo en matemáticas ha funcionado a la perfección. Cabe preguntarse si es posible algo semejante cuando tratamos de aprehender la materia orgánica, o es cierta la ley de Harvard (prima hermana de la de Murphy), que afirma que en condiciones rigurosamente controladas de presión, temperatura, volumen, humedad y otras variables, un ser vivo actúa como le da la gana. De ser así, la Biología sería fundamentalmente una ciencia empírica, en la que muchos resultados se podrían obtener sin apenas base teórica; y de existir ésta, no sería de índole matemática: se llama Teoría de la Evolución y no contiene una sola ecuación

No obstante, hay lugar para la esperanza. ¿No es cierto que la materia viva está hecha de materia ordinaria? ¿Y no es cierto que como tal materia ordinaria deberá estar sujeta a las conocidas leyes físico-matemáticas? Un gato, a fin de cuentas, es un conjunto de átomos. Ni más ni menos que un cristal. La vida es tan solo una configuración especialmente compleja de los bloques constituyentes inorgánicos habituales.

Con todo, ha habido heterodoxos. Y uno de ellos fue el físico teórico de origen ucraniano Nicolas Rashevsky. Asentado en Norteamérica como profesor de la Universidad de Chicago, publicó en 1938 el que se considera primer texto científico sobre Biología Matemática, y un año después crea la primera revista especializada en el tema, The Bulletin of Mathematical Biology. Sus trabajos, de corte eminentemente teórico, tuvieron un impacto nulo en la comunidad de biólogos de la época, a pesar de lo cual se le considera el fundador de la Biomatemática como disciplina científica.

Bibliografia
HERRERO GARCÍA, M.A. (2006): “Matemáticas y biología: un comentario de textos”. Encuentros multidisciplinares 23, pp. 37-45
LAHOZ-BELTRA, R. (2011): Las matemáticas de la vida. RBA Coleccionables.
Ensayo; autor desconocido; recuperado de: http://www.unirioja.es/ensaya/SegundoPremio_2012.pdf

-Pag. por Steven Ramirez Porras

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